Andrea Padilla Moreno

UNES

El mundo está viviendo una situación sin precedentes con la pandemia por COVID-19, y en el marco del Día Mundial de la Tierra deberíamos reflexionar sobre el mensaje que esta situación nos deja respecto a nuestra relación con la naturaleza. Para este análisis, es necesario partir del hecho que somos seres eco-dependientes.

Debemos reconocer que es imposible plantearnos la vida humana al margen de los ecosistemas y la naturaleza. Somos parte de un planeta finito, somos parte de la naturaleza y por tanto dependemos radicalmente de los procesos, bienes naturales y de la dinámica compleja de la naturaleza misma. Sin embargo, nos encontramos en un planeta que está bajo un gran estrés causado por las demandas de un sistema capitalista, que propone un mal llamado “desarrollo” basado en un modelo de crecimiento económico ilimitado y en la acumulación, en el extractivismo y que resulta ser depredador de la naturaleza y que además nos somete a grandes contradicciones.

La principal contradicción consiste en que nada se puede plantear crecer de forma indefinida, muchos menos el sistema económico capitalista, que nos ha conducido a una situación insostenible y que ha sido construido sobre bases que permanecen ajenas e invisibilizan todo aquello que nos permite estar vivas y vivos, un sistema con lógica de sometimiento y dominio de la naturaleza. El problema es que bajo esta dinámica se ha consolidado una cultura en la que una minoría privilegiada se ha posicionado jerárquicamente por encima de la naturaleza, concibiéndose dueños de ella y que nos ha colocado en una situación de crisis ambiental y climática.

La pandemia generada por el COVID-19 ha dejado lecciones interesantes sobre esta relación que seres humanos tenemos con la naturaleza. En primer lugar, la mayoría de países a nivel mundial ha establecido medidas como la cuarentena domiciliar, restricciones de movilidad y paro o parcialización de la actividad económica de diferentes industrias, con el fin de reducir la propagación del virus. Con estas medidas de confinamiento, se ha reducido la afluencia de gente en prácticamente todos los países, se ha reducido el tráfico en las ciudades y también la producción.

Esta “pausa” ha generado algunas condiciones favorables para la biodiversidad, los ecosistemas y el planeta Tierra en general. Por ejemplo, en diferentes países (El Salvador no ha sido la excepción) se ha visto cómo animales silvestres han vuelto a aparecer en sitios donde comúnmente no se les ve, y también se ha visto cómo algunos ríos han recuperado su color cristalino, haciendo posible la apreciación de diferentes peces a los que ya no se les veía. Además, se han reducido drásticamente los niveles de emisión de gases de efecto invernadero (GEI)[1], se han percibido mejoras en la calidad del aire y menos contaminación[2]. No obstante, estos son efectos generados por una situación de carácter circunstancial y temporal, pues al recuperar la “normalidad”, regresaríamos al aumento de producción y con ella, al aumento de los niveles previos de emisión de GEI y contaminación.

Estas mejoras no deberían ser resultado de algo circunstancial, pero evidencian, hoy más que nunca, que es posible reducir la cantidad de emisiones de GEI, pero que depende esencialmente del compromiso de los países del mundo por mejorar las condiciones en que vivimos, del compromiso concreto de cambiar prácticas nocivas para el ambiente y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente potencias como China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón, que son los principales responsables de la contaminación a nivel mundial y, por tanto, los principales causantes del cambio climático.

Nos encontramos en un momento en el que las decisiones de los gobiernos para garantizar la protección y defensa de la naturaleza en el mundo son clave para detener el aumento de la temperatura y para definir nuestro futuro, y que son determinantes para garantizar el derecho de la población a vivir en un ambiente sano y ecológicamente equilibrado. Por tanto, no debemos de perder nuestro horizonte. Esta cuarentena por el COVID-19 ha dado un respiro al planeta, pero no sustituye la acción climática ni mucho menos es la respuesta a la crisis climática que estamos viviendo. Tenemos que fortalecer la organización e incidencia de la sociedad civil para que nuestros países suscriban y den cumplimiento a acuerdos globales en materia de mitigación y adaptación al cambio climático y justicia climática, priorizando los derechos humanos y de la naturaleza sobre los intereses económicos. Es un llamado también a reflexionar además sobre la importancia de rescatar el conocimiento y prácticas comunitarias y ancestrales, que también tienen mucho que aportar para la resiliencia de los territorios.

Por otra parte, estamos presenciando un sistema que está en crisis porque estamos consumiendo solamente lo que necesitamos, pero que nos lleva a plantearnos preguntas como: ¿qué necesidades son las que tenemos que satisfacer realmente?, ¿qué hace falta producir para satisfacer esas necesidades? Porque está claro que el sistema económico no se ha preguntado sobre necesidades, sino que ha respondido a demandas solventes (consumismo y quienes tengan poder adquisitivo para poder pagar), aunque necesidades tengamos todos y todas. Además, evidencia que no todo lo que se produce satisface necesidades, sino que, por el contrario, gran parte de lo que se produce impide que la mayoría de personas satisfagan sus necesidades, algo que está directamente vinculado a la injusta concentración de la riqueza.

Esta situación nos manda un mensaje claro sobre nuestra relación con la naturaleza, el impacto de nuestras actividades, nuestra presencia y nuestro paso por esta Casa Común que habitamos. No se trata de vivir en cuarentena, sino de repensarnos, aprender de esta experiencia para cuestionar nuestras acciones, cambiar nuestras prácticas y criticar al modelo económico, social y cultural en que nos encontramos (capitalista-patriarcal) para transitar hacia otro modelo radicalmente diferente, e impulsar el ecofeminismo como movimiento activista y práctica política.

Seamos semillas disidentes y cambiemos el sistema, no el clima.

[1] GREENPEACE. La concentración de CO2 sigue creciendo a pesar de la crisis sanitaria causada por el Covid-19. Disponible en: https://es.greenpeace.org/es/noticias/la-concentracion-de-co2-sigue-creciendo-a-pesar-de-la-crisis-sanitaria-causada-por-el-covid-19/

[2] Noticias ONU. La cuarentena por el coronavirus mejora la calidad del aire, pero no sustituye la acción climática. Disponible en: https://news.un.org/es/story/2020/03/1471562