Durante los meses de mayo  y junio diferentes crisis han azotado a El Salvador un país con una dimensión  de 21 041 km², que muestra diferentes ecosistemas en el territorio, pero el actuar de  las grandes empresas y su expansión por espacios naturales que convierten en residencias o centros comerciales ponen en riesgo a las población que viven de los elementos brindados por la naturaleza.

La vulnerabilidad del país, se evidencia justamente ante las afectaciones provocadas por la pandemia del COVID19 y las resientes tormentas, Amanda y Cristóbal que generaron una pérdida considerable de viviendas y la vida de 30 personas y un total  30,000 habitantes afectados.

No tan alejada a esa realidad, los estragos de estas crisis ante una mala gestión de los órganos de estados, esclarece que las poblaciones de las zonas rurales sufren en mayor grado las perdidas, exactamente en el departamento de Ahuachapán, municipio de San Francisco Menéndez en la comunidad Bola de Monte  se ven devastaciones que tardaran meses, sino es que años en recuperarse, esta población que vive en zonas costeras, también son reconocidas por su trabajo ambiental y organización para el monitoreo climático, pero esta vez además de sus casas, sus medios de vida  y subsistencia fueron afectados debido a las tormenta Amanda.

Una de las habitantes  afectadas fue  Erika,  quien reside en la comunidad Playa Bola de Monte,  afirma que sus medios de vida fueron destruidos, en el lugar se observan los arboles tirados en el suelo. Los fuertes vientos arrasaron con la vegetación de sus cultivos.

“La noche del 30 para el 31de mayo fue la pérdida de mis arboles fruteros, ese tornado arrasó con todas las huertas, arrancó los palos de aguacate, de coco, limones, a la vecina le cayó en la casa un gran palo de mango a otra le boto la casa aunque es de cemento, para mi fue una cosa impactante soy nacida aquí y nunca había visto algo así”

El panorama en el lugar es desalentador ya que las producciones alimenticias que sirven a las familias de las zonas para venta y subsistencias familiares se perdieron, las torrenciales lluvias y sumado a esto los fuertes vientos arrancaron desde la raíz las plantaciones frutales.

Por otro lado la Situación se agrava debido a  las intervenciones industriales que dan paso al aceleramiento del cambio climático, ya que en la zona las empresas cañeras, talan los bosques de galerías que son de gran importancia para evitar el desbordamiento de los embalses  naturales.

Ante el agravamiento de los fenómenos naturales, y los sucesivos impactos en los territorios la población de las comunidades organizadas en la Asociación intercomunitaria para el desarrollo sustentable de la microcuenca El Aguacate – ACMA autogestionaron soluciones a partir del conocimiento, científico y ambiental que han adquirido,  Lucía Medina, de la comunidad El Castaño e integrante de la secretaría de jóvenes del  ACMA, aseguró que a pesar de las situaciones difíciles por las tormentas y coronavirus el accionar oportuno de la población también dio resultados positivos para poder evitar más estragos y las pérdidas de vidas humanas.

“Las iniciativas que hemos tenido en estos años es el monitoreo de las lluvias en nuestras comunidades, por la tormenta Amanda, porque nosotros corremos riesgos a las inundaciones por estar en zonas costeras, recibimos mucha agua lluvia, 161 milímetros, que nos ponía en riesgo que el río Paz, se llenara y desbordara” explica la Joven quien junto a mujeres, hombres y juventudes se han capacitado en el uso de pluviómetros para saber la cantidad exacta de agua llovida, que indica si la zona es vulnerable o no ante posibles deslaves de tierra o inundaciones por desbordamientos de ríos.

De igual forma Glenda Mangandi, de la comunidad El Porvenir e integrante de la junta directiva del ACMA, también brindó su aporte en la mitigación de riesgo ante las inundaciones en la zona.

“Hubieron muchas casas inundadas, pero como estamos  monitoreando los niveles de lluvia  en la comunidad hemos actuado oportunamente, rescatamos a varias familias que estaba en condiciones vulnerables, y las llevamos a las casa comunal, nos encargamos de monitorear la zona para ver cómo está la situación en la comunidad y que medidas podríamos tomar”.

Rigoberto Monge de la Comunidad Bola de Monte, nos encamina cerca de la costa y nos señala el lugar donde  las familias se reunieron para abrir caminos para que el agua lluvia retenida volviera al mar.

 “Donde fuimos afectados, tomamos las iniciativa para desazolvar  la bocana, toda la comunidad destapo la bocana, gestionamos con la alcaldía para ver de qué forma nos apoyaban, nos unimos por este logro, así podemos sacar el agua que teníamos y  ya tenemos fluidez del agua del mar”

Esta personas que son defensoras del medio ambiente, es necesario reconocer su labor, pero además validar estrategias que generen los insumos necesarios ante posibles afectaciones climáticas y que esta población tengan mejores herramientas y condiciones territoriales para poder mitigar daños, ya que muchas y muchos de los presentes en estas historias reales, han quedado sin hogar, pero sobre todo sin los alimentos que producían para sus propios alimentos con métodos agroecológicos y de sustentabilidad ambiental.

El estado Salvadoreño debe priorizar el tema de la defensa ambiental y proteger los ecosistemas que son las barreras naturales ante los fenómenos climáticos.

 A su vez deben garantizar espacios seguros,  pensar en la fauna y flora que nos rodea  y que son necesarios para que familias puedan generar su soberanía alimentaria y no pasar por situaciones adversas, ante la falta de interés en la temática ambiental.